En 1909 fue constituida la elitista "sociedad sportiva La Hípica Aragonesa", con un picadero al principio de la calle de Felipe Sanclemente y mano suficiente para conseguir que el cuartel de los Lanceros del Rey le permitiera usar su pista de ejercicios para organizar sus primeros concursos hípicos. A comienzos de 1910 adquirió a Emilio Burbano 23.000 metros cuadrados de terreno con entrada por la carretera de Madrid a Francia donde habilitaron un campo de concursos hípicos y una pista de entrenamiento y juegos de "sport". Al mismo tiempo, adquirieron un espacio más pequeño en el paseo de los Plátanos para nuevo picadero donde impartir clases de equitación a caballeros, señoritas de familia bien y niños mayores de diez años. Los concursos hípicos organizados por La Hípica lograron incrustarse en el programa de las fiestas del Pilar de esta década como una atracción más para el público, si bien en este caso se trataba del público "más selecto y distinguido" de la "buena sociedad" de la época. En la imagen, un caballo salta uno de los obstáculos que formaban parte del recorrido de este hipódromo, que en ocasiones logró atraer a algunos de los más destacados jinetes del momento, generalmente militares, aristócratas o miembros de la nobleza, pugnando por trofeos muy cotizados como los que patrocinaban los infantes reales o el propio monarca, y premios en metálico de hasta 2.700 pesetas.
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