La cantidad y la calidad de las aguas del río Gállego eran de una
realidad contrastada desde la más tierna antigüedad, y eso se mantenía
intacto en su tramo zaragozano. De toda la vida, los molinos harineros y
papeleros de la ciudad buscaban una ubicación preferente cerca del
Gállego, como clara indicación de su óptima calidad acuática. La
principal contraindicación natural eran los desbordamientos y crecidas
del río, con un impacto notable sobre riberas, puentes, y cultivos. La
suerte de los sucesivos puentes tendidos sobre el Gállego para salvar el
camino a Cataluña, lo ilustran bien.
Esto cambió radicalmente
durante la segunda mitad del pasado siglo. Los caudales del río fueron
regulados casi hasta la última gota, mediante embalses y pantanos, que
lo han dejado reducido a un arroyo, y la calidad de sus aguas quedó
aniquilada cuando el río fue utilizado como vertedero de residuos de las
fábricas que se instalaron en sus márgenes. Tal vez el caso más
conocido sea el del pesticida tóxico "lindano" producido en la planta de
Sabiñánigo de "Industrias Químicas del Noroeste, S.A." (INQUINOSA), y
vertido al río sin control durante muchos años.
En la imagen, aspecto
del río Gállego en la zona del puente de Santa Isabel, ya más como
cloaca infecta, que como maravilloso río que nace en los Pirineos.
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