Desde
1895 el Puente de Hierro era uno uno de los principales accesos a la
ciudad desde el norte (incluso tras la construcción del puente de
Santiago), muy mayoritariamente para el gran anarquizante y devorador de
espacios públicos que es el vehículo privado.
En la última década
del XX, el puente es profundamente remodelado bajo dirección de Javier
Manterola: la estructura metálica se repara, limpia y pinta, y se le
añaden dos tableros laterales en forma de arco para derivar por ellos el
paso de vehículos. La plataforma central se reserva para uso peatonal,
ese gran desconocido del urbanismo desarrollista y postdesarrollista
franquista. La remodelación finalizó en 1991.
En la imagen, aérea
visual desde la margen izquierda de la implementación de los tableros
laterales. Desde ese punto de vista, a la izquierda, estado de la ribera
con las instalaciones fabriles de Pikolín. En la otra orilla, a la
derecha, la plaza de San Bruno sin las nuevas viviendas protegidas y,
lógicamente, convertida en aparcamiento en superficie.
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