Las
fiestas mayores de octubre de ese año estuvieron trufadas, no podía ser
de otra forma, de hispanidad y advenimiento, y ungidas de fe y
patriótico estímulo, aunque parece que, en términos prácticos, una
modesta "cabalgata" fluvial organizada en el Canal Imperial se convirtió
en el evento más destacado del espartano programa fiestero. Aún no se
habían inventado la ofrenda floral-frutícola de años después.
Esta
"cabalgata" consistió en un descenso, desde el chalet de Buenavista, y
hasta el Puente de América, de varios pontones sobre los que se
emplazaron reproducciones en bulto redondo de elementos del pasado de la
ciudad, como la estatua de Pignatelli, la Fuente de los Incrédulos, y
la Puerta del Carmen, modeladas por el escultor local Armando Ruiz Lorda
con materiales efímeros. En otro pontón, un cuadro de jota representaba
en directo un homenaje a la jota. Mucha gente se congregó para seguir
en vivo a esta oficial bajada del Canal, con un tiempo más bien fresco.
Unos días antes, el Canal había sido escenario de una no menos fresca
"travesía" a nado, pero a lo largo, durante 2500 metros, y de una
carrera de piraguas sobre esa misma distancia.
En la imagen, tramo
del Canal entre la pasarela de la calle Ruiz Tapiador (a la izquierda,
fuera de plano), y el puente de América, con el ilustrado pontón de las
reproducciones de la estatua de Ramón Pignatelli, y la Fuente que dedicó
amablemente a los zaragozanos incrédulos del Canal. Conducen el
artefacto, soldados del ramo pontonero.
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