Imagen capturada en el cementerio católico de Torrero el día en que se trasladaron allí los restos mortales de Joaquín Costa. Muchas personas que formaban parte de la multitudinaria comitiva que participó en este evento, aprovecharon esa circunstancia para hacer de ese día un remedo de la festividad de Todos los Santos, cuando la ciudad de los vivos se vuelca en la ciudad de los muertos.
Ese día estaba marcado en el calendario como una jornada centrada en el recuerdo a los fallecidos, comenzando con la ceremonia religiosa en la parroquia de referencia, para luego encaminarse (algunos lo hacían literalmente así) a pasar el día en el cementerio, desde el punto de la mañana y hasta la hora de cierre. Allí se procedía a limpiar la tumba, se la adornaba con flores, coronas y luminarias, y se realizaban las preceptivas oraciones y sufragios en recuerdo de los fallecidos. Al anochecer, la gente regresaba a Zaragoza y algunos terminaban la jornada asistiendo a la representación de "Don Juan Tenorio", ese drama religioso-fantástico también asociado a la fecha del 1 de noviembre.
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